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miércoles, 26 de diciembre de 2012

Las mejores comedias del cine (de las últimas décadas)


En su breve aparición en “The office” (2005-), Ricky Gervais se aproximó a una definición de lo indefinible: «Comedy is a place where the mind goes to tickle itself»(«La comedia es donde la mente va a hacerse cosquillas a sí misma»). Con esa brillante, sagaz frase, uno de los mejores cómicos de la actualidad daba la clave para entender la esencia de un género cuyo rango de complicidades o diferencias con el espectador varía más que en ningún otro. Todo el mundo ama la comedia, pero una comedia no gusta a todo el mundo. El gag, el slapstick, el doble sentido, la inteligencia, la grosería o el improperio a destiempo, el chiste fácil, la idiotez o la absurdidad: el espectro de sintagmas cómicos es innumerable y resulta imposible establecer su efectividad con públicos igual de heterogéneos. Sin embargo, y a sabiendas de que es esta una empresa insensata, nos atrevemos a confeccionar una lista de las mejores películas de la comedia moderna —hemos limitado el rango desde 1980 hasta nuestros días— imprescindibles para todo espectador afín al género o, simplemente, para todo aquel que no cese en buscar la carcajada. 

“Algo pasa con Mary” (Peter y Bobby Farrelly, 1998). Dicho esto, ¿cómo es posible escoger la mejor comedia de los últimos 32 años? Seguramente no lo sea. Pero también seguramente, “Algo pasa con Mary” sea esa referencia cuya capacidad para la hilaridad es tan grande como su importancia para el género. Lo que consiguieron los hermanos Farrelly con ella trascendía la mera parodia del género romántico para llegar a la destrucción inmisericorde de sus códigos y lugares comunes, desde la música incidental al recato de la cita, pasando por el respetable suegro o la idílica noche de la graduación. Pero también, reventaron tabúes con pasmoso libertinaje —ese primer plano del desgarro escrotal— y llevaron el slapstick a un nuevo nivel basado en la vejación emocional y física de un gran Ben Stiller. Cumbre, pues, de la comedia reciente que además contiene una escena-icono imposible de olvidar: el flequillo “engominado” de Cameron Diaz bien podría ser ese símbolo de la incorrección que anticipaba venideras derivaciones del género. Otras películas de los directores: ”Yo, yo mismo e Irene” (2000), “Amor ciego” (2001), “Pegado a ti” (2003), “Matrimonio compulsivo” (2007), “Carta blanca” (2011) y “Los tres chiflados” (2012).

“Atrapado en el tiempo” (Harold Ramis, 1993). Una pequeña idiosincrasia local, una costumbre tan rayana en el absurdo como es El Día de la Marmota puede servir a una de las reflexiones más desasosegantes, divertidas y esperanzadoras de lo que significa nuestra relación con el mundo. La metáfora de Bill Murray viviendo en bucle el mismo día una y otra vez es meridiana, pero lo de verdad hermoso es el mensaje que se sobrepone a esa realidad agotadora y gris que empieza siempre con el I got you babede Sonny & Cher, que termina por dar la oportunidad a su hastiado protagonista de reinventarse, enamorarse y, finalmente, sobrevivir felizmente al tiempo y la rutina. Murray, alma de la cinta, encontraría en esta fábula redonda la mejor clausura para una etapa ochentera —y antes de iniciar su transición hacia su condición fetiche e icónica en el cine de Wes Anderson— en la que su talento se había abierto paso a base de sus colaboraciones con el director Ivan Reitman, a saber “El pelotón chiflado” (1981), “Los cazafantasmas” (1984) y “Cazafantasmas II” (1989).

“Aterriza como puedas” (Jim Abrahams, David Zucker y Jerry Zucker, 1980). Abrahams y los Zucker ya habían escrito juntos el guion para “Made in USA” (1977), deJohn Landis. Sin embargo, fue su debut en la dirección, “Aterriza como puedas”, el que adquiriría un papel fundamental para la evolución del género. Esta comedia se proclamaba orgullosa hija del cine de Mel Brooks y parodiaba las cintas de catástrofes que se habían agolpado durante la década de los setenta. El trío seguiría practicando ese humor absurdo, gozoso de estirar y exagerar el gag —la violenta cola de pasajeros dispuestos a calmar a una histérica— en filmes como “Top secret” (1984), “Agárralo como puedas” (1988) —con el protagonismo de quien sería estandarte de su comedia,Leslie Nielsen— o “Hot shots!” (1991). Pero es que su influencia se puede rastrear aún hoy, empezando por las películas de la familia Wayans y, en especial, su celebrada“Scary movie” (Keenen Ivory Wayans, 2000) —curiosamente, parodia de una saga,“Scream”, que ya funcionaba per se como parodia del terror—, y siguiendo por la serie de parodias hiperbólicas firmadas por sus guionistas Jason Friedberg y Aaron Seltzer  —“Date movie” (2006), “Epic movie” (2007), “Casi 300″ (2008), “Disaster movie” (2008) e“Híncame el diente” (2010)—. En esas herederas directas o no, David Zucker ha sido el único del trío original que se ha involucrado tanto en la dirección como en la producción, mientras que Jerry Zucker y Jim Abrahams apenas han seguido activos tras la cámara, con aisladas producciones como “Mafia, estafa como puedas” (Abrahams, 1998) y “Ratas a la carrera” (Zucker, 2001).

“Zoolander” (Ben Stiller, 2001). Si hay un rostro para la comedia del siglo XXI, el de Ben Stiller haciendo su mirada Magnum —o la tigre, o la de acero azul, tanto da— sería el más firme candidato. Tercera de sus incursiones tras la cámara —antes ya había firmado el drama generacional “Bocados de realidad” (1994) y el vehículo para Jim Carrey “Un loco a domicilio” (1996)—, “Zoolander” era la película seminal de una vertiente deliberadamente idiota del género, desvergonzada a la hora de explotar las posibilidades del histrionismo, aquí encarnadas en un irreconocible Will Ferrell como el villano Mugatu. Stiller también aprovechaba para reírse —con la complicidad de colegas del gremio y un sinfín de cameos— de una realidad gobernada por las apariencias, por una banalidad hiperbolizada en el mundo de las pasarelas. Casi siete años después, el actor y director maniobraría una conspiración casi tan brillante con el cine, el artificio de la ficción y el bélico de paisaje de fondo, la descacharrante “Tropic Thunder: ¡Una guerra muy perra!” (2008).

“Resacón en Las Vegas” (Todd Phillips, 2009). Oda a la inmadurez, elogio del desfase e intoxicada odisea homérica a través de las lagunas del día después, “Resacón en Las Vegas” es mucho más que jarana y humor políticamente incorrecto. Hablamos de unmind-game film brillante, en el que la comedia llega a través de la reconstrucción de una noche de excesos —el centro en torno al que gravita la narración es… ¡una elipsis!— y el Macguffin es el amigo formal que, en su despedida de soltero, apenas puede sobrevivir a las tentaciones de Las Vegas. Sin duda la mejor película de Todd Phillips  —en una filmografía toda ella recomendable, desde la hilarante “Road trip” (2000) a la interesante “Aquellas juergas universitarias” (2003) o la road movie “Salidos de cuentas” (2009)—, tuvo una continuación menos inspirada, “Resacón 2, ¡ahora en Tailandia!” (Phillips, 2011), y convirtió al director en una suerte de gurú de cierto cine de parrandas salvajes en el que se incluyen títulos como “Project X” (Nima Nourizadeh, 2012), del que era productor.

“Borat” (Larry Charles, 2006).  A principios de la década pasada, un pintoresco rapero británico de raíces afro-caribeñas se abría paso en la televisión británica con una serie de incómodas entrevistas a celebridades de distintos ámbitos. El show saltaría a la HBO norteamericana, en un formato en el que el camaleón detrás del personaje, Sacha Baron Cohen, iba a transformarse también en Borat, un reportero kazajo, y Brüno, un modelo gay austriaco. Los tres tenían algo en común: la comedia del estereotipo llevado al extremo, la destrucción de los límites del humor y del —supuesto— buen gusto, la explotación del choque cultural como vía para destapar la intolerancia latente en una sociedad. Tres personajes, tres variantes de una misma comedia que resultarían en tres películas que llevaban sus nombres, “Ali G anda suelto” (Mark Mylod, 2002), “Borat” y“Brüno” (Charles, 2009). La segunda de ellas todavía destaca hoy como su mayor logro, un salvaje falso documental, libre de toda atadura de la corrección y suicida en su transgresión constante, capaz de poner en un aprieto al más abierto y liberal de los públicos. Una operación que, recientemente, la dupla Charles-Cohen ha llevado de nuevo a su forma más cafre en la estupenda “El dictador” (2012).

“Hannah y sus hermanas” (Woody Allen, 1986). No repasaremos aquí toda la comedia de Woody Allen, dado que en su día ya lo hicimos con toda la exhaustividad. En aquel reportaje ya dimos buena cuenta de lo que significaba para el género: narcisismo y psicoanálisis, diálogos afilados, enredo sentimental y neurosis del héroe romántico, ya sea a través del propio Allen o cualquiera de sus varios trasuntos. De esa trayectoria y ciñéndonos a las últimas tres décadas, “Hannah y sus hermanas” es quizá una de las mejores representantes, una cinta tierna, llena de frases memorables —la cita a la masturbación, por ejemplo— y grandes actores que, sin duda, también es de lo mejor de su filmografía.

“Virgen a los 40″ (Judd Apatow, 2005). Otro título capital, pilar maestro de la llamada Nueva Comedia Americana de la que Judd Apatow, su director, es el máximo impulsor. “Virgen a los 40″ ponía sobre la mesa los temas y los estilemas centrales de una corriente que iba a tener su efervescencia en los años siguientes: la inmadurez como hoja de ruta hacia la felicidad adulta, la herencia stand-up y la improvisación, la revocación del tabú sexual, la tendencia a la inflamación narrativa, etc. El primer largometraje de Apatow, también, acumulaba no pocas ansiedades contemporáneas en un gran Steve Carell, un virgen ya en sus 40 bajo la insoportable presión que ejerce su entorno para que se estrene de una vez en la cama. Como radiografía sincera —y problemática— de las relaciones sentimentales hoy, se complementaba perfectamente con “Lío embarazoso” (2007), segundo trabajo en largo de Apatow en el que Seth Rogen y Katherine Heigl empezaban una relación después de que una noche loca acabara en embarazo. “Hazme reír (Funny people)” (2009), tercera incursión del cineasta, intersecaba con la figura de Adam Sandler y se desviaba para hacer una reflexión sobre los cómicos y su relación con el género. A esta la sucederá “This is 40″(2012), una especie de secuela/spin-off de “Lío embarazoso” en el que dos de los personajes de aquella afrontan el alarmante paso a la cuarentena.

“Granujas a todo ritmo” (John Landis, 1980). Formados en la escuela del “Saturday night live”, John Belushi y Dan Aykroyd llevaron al cine de la mano de John Landis a los Blues Brothers, dos personajes que habían aparecido en varios sketches del programa. Traducida en España como “Granujas a todo ritmo”, la película era una trepidante road movie gobernada por los semblantes inalterables de su pareja principal y salpicada de exquisitos números musicales —con apariciones estelares de Ray Charles, Aretha Franklin o James Brown— y una de las mejores persecuciones vistas en gran pantalla, pasajes inolvidables que tuvieron su revisitación en el inferior remake“Blues Brothers 2000″ (Landis, 1998).

“El reportero: La leyenda de Ron Burgundy” (Adam McKay, 2004). Will Ferrell es otro de los nombres imprescindibles para entender la comedia americana reciente. Y Adam McKay el director con que el actor ha obtenido sus mejores frutos en el cine. “El reportero: La leyenda de Ron Burgundy” quizá sea la más inspirada colaboración entre ambos, una joya absolutamente chiflada, delirante y absurda que reunía más talento cómico por metro cuadrado —la batalla de reporteros— que cualquier otro título de la NCA, y una libertad absoluta para desafiar las convenciones del gag tanto verbal como visual.  De esa misma asociación entre McKay y Ferrell surgiría dos años más tarde“Pasado de vueltas” (2006), a la que seguiría la también descacharrante “Hermanos por pelotas” (2008) y la menor “Los otros dos” (2010).

“Toy story 3″ (Lee Unkrich, 2010). Como formato —que no género—, la animación también ha dado un buen puñado de gemas en las que la comedia era el componente esencial. En ese terreno, el humor que domina es el blanco y dirigido a un público familiar, pero incluso en los grandes blockbusters animados podemos rastrear alguna salida de tono y más de un guiño adulto que a menudo pasa por la referencia cinéfila. “Toy story 3″ tenía —y mucho— de lo segundo, pero este era solo uno de los alicientes de una cinta emotiva, apasionante y divertida, un prodigio tan apto para ser gozado por un público infantil como por uno adulto como, muy especialmente, por aquellos espectadores que crecieron con la saga. Sin embargo, dentro de la factoría Pixar encontraremos seguramente más hilaridad si recurrimos a títulos como “Monstruos S.A.”(Unkrich, Pete Docter y David Silverman, 2001), “Los increíbles” (Brad Bird, 2004) o“Ratatouille” (Bird, 2007). En el bando contrario, Dreamworks también ha conseguido filmes con gran capacidad para arrancar la carcajada, caso de “Madagascar 3: De marcha por Europa” (Eric DarnellConrad Vernon y Tom McGrath, 2012), “Shrek 2″(Andrew AdamsonKelly Asbury y Vernon, 2004) o “Kung Fu Panda” (John Stevenson yMark Osborne, 2008).

Tampoco se queda corta la chiflada “Lluvia de albóndigas” (Phil Lord y Christopher Miller, 2009) o la paródica “Megamind” (McGrath, 2010). En animación 2D, cintas tan interesantes como “El gigante de hierro” (Bird, 1999) tenían generosas dosis de humor, sin embargo son dos adaptaciones de la pequeña a la gran pantalla las que se llevan la palma: “Los Simpson: La película” (Silverman, 2007) y “South Park: Más grande, más largo y sin cortes” (Trey Parker, 1999), a las que hay que añadir el caso particular de“Ted” (2012), salto del espíritu gamberro de Seth MacFarlane y su “Padre de familia” (1999-) a una película que combina acción real y animación digital. En cuanto al reino de la felpa, las marionetas y la stop-motion, es imprescindible citar la sobresaliente“Fantástico Sr. Fox” (Wes Anderson, 2009), pero también las muy cafres ”El delirante mundo de los Feebles” (Peter Jackson, 1989) y “Team America: La policía del mundo”(Trey Parker, 2004), y dos delicias de la factoría Henson: ”Los Teleñecos en la isla del tesoro” (Brian Henson, 1996) y “Los Muppets” (James Bobin, 2011).

“Un pez llamado Wanda” (Charles Crichton, 1988). Aunque ya habían quedado atrás las aventuras cinematográficas de los Monty Python —las inolvidables “Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores” (Terry Gilliam y Terry Jones, 1975), “La vida de Brian” (Jones, 1979) y “El sentido de la vida” (Jones, 1983)—, esta desternillanteheist-comedy reunió a Michael Palin y John Cleese con un Kevin Kline y una Jamie Lee Curtis en estado de gracia. El resultado es una de las mejores comedias de los 80, enredo coral y monumental en el que resultaban especialmente memorable los fallidos intentos del personaje de Palin por asesinar a una señora con tres Yorkshire Terriers. La película fue un éxito rotundo tanto entre la crítica como el público, algo que no pudieron repetir los mismos actores en su secuela espiritual, la discreta “Criaturas feroces” (Fred Schepisi y Robert Young, 1997).

“Supersalidos” (Greg Mottola, 2007). Dentro de la Nueva Comedia Americana, el nombre de Greg Mottola invoca un cine focalizado en el paso de la adolescencia a la madurez, con un componente entrañable más acentuado pero, no por ello, menos reflexivo. Así lo demuestra “Supersalidos”, otro de los títulos capitales de esa corriente en la que tres amigos se embarcan en la misión vital de conseguir alcohol para una fiesta del instituto. La ópera prima de Mottola era salvajemente divertida, pero también emotiva y melancólica en su bellísimo final. Tras ella, Mottola rebajaría el tono grosero y animal en su abiertamente nostálgica “Adventureland” (2009) y celebraría el sentimientonerd en “Paul” (2011), para conformar una de las trayectorias más interesantes a seguir en el género.

“Paso de ti” (Nicholas Stoller, 2008). Otro de los autores satélites de Apatow, Nicholas Stoller, ha dedicado su cine a explorar las relaciones de pareja y sus microcosmos particulares en los que cabe desde la gozosa complicidad a momentos de crueldad, pasando por el hastío o la resucitación. Esa óptica puede discernirse bien en la línea que traza Stoller desde “Paso de ti” a “Eternamente comprometidos” (2012), con una parada en el camino para el bromance fiestero de “Todo sobre mi desmadre” (2010). En la primera, jugaba al maltrato emocional con el personaje de un Jason Segel que, tratando de olvidar su ruptura con su novia (Kristen Bell), acababa encontrándose con ella y con su nuevo e insoportable novio (Russell Brand) durante sus vacaciones en Hawái. Una comedia tan sensible como hilarante, inaugural de una tendencia propia a cuya evolución hay que estar atentos.

“Punch-drunk love. Embriagado de amor” (Paul Thomas Anderson, 2002). Comedia romántica dislocada, bizarra y tan emotiva como, en el fondo, exhibicionista, el cuarto largometraje de Paul Thomas Anderson abrió de nuevo una brecha entre sus defensores y detractores. Una de las razones para el enfrentamiento era que en ella, podía verse a un Adam Sandler que abordaba un personaje completamente alejado de su propio canon, un tipo con taras psicológicas y emocionales que iniciaba una inusual relación con una angelical Emily Watson. Pero “Punch-drunk love. Embriagado de amor” es una rara avis en la filmografía de Sandler, otro de los rostros fundamentales del género del que merece la pena rescatar cintas como “50 primeras citas” (Peter Segal, 2004), “Terminagolf” (Dennis Dugan, 1996), “El chico ideal” (Frank Coraci, 1998) o “Zohan: Licencia para peinar” (Dugan, 2008), y olvidar otras como “El clan de los rompehuesos” (Segal, 2005) o “Jack y su gemela” (Dugan, 2011). 

“Moonrise kingdom” (Wes Anderson, 2012). Uno de los Sundance Kids, Wes Anderson practica desde finales de los 90 una comedia personal e intransferible, centrada en la familia disfuncional y en la épica del desamparado, fundada en una sensibilidad al margen y en el artificio del desconcierto que le han hecho autor adorado por hipsters. Pero más allá de lo visible de ese cine en busca de construir la singularidad, Anderson ha dejado toda su coherencia y profundidad a la hora de asentar sus universos particulares. “Moonrise kingdom” es quizá la más redonda muestra de ese cine, una obra desbordante de talento, precisión de autor y entregada a su homenaje a la infancia y el espíritu de la aventura. Junto a “Fantástico Sr. Fox” y “Academia Rushmore” (1998), una de las cumbres de una filmografía en cualquier caso imprescindible, desde la inaugural “Bottle rocket (Ladrón que roba a otro ladrón)” a la incómoda “Viaje a Darjeeling” (2007), pasando por las fabulosas “Los Tenenbaums. Una familia de genios” (2001) y “Life aquatic” (2004). Una trayectoria, también, cuya influencia puede verse en otros directores y películas, caso de Garth Jennings y su “El hijo de Rambow” (2007).

“Escondidos en Brujas” (Martin McDonagh, 2008). Pocos realizadores han exhibido una personalidad tan única como la que demostró Martin McDonagh en su debut, la magnífica “Escondidos en Brujas”. Comedia negrísima cargada de existencialismo y mala leche, el director convertía la turística localidad belga en el escenario de una pesadilla bosquiana, pesimista y única. Una extraña joya que arranca risas al tiempo que duele, repleta de tarantinianos y afilados diálogos, actores entregados a la causa —ese villano iracundo que interpreta Ralph Fiennes—  y conducida por una de las mejores bandas sonoras de Carter Burwell. Cuatro años han pasado entre aquella y la segunda incursión de McDonagh tras la cámara, la fascinante, atormentada y metafísica“Seven psychopaths” (2012). También, en ese tiempo hemos tenido ocasión de ver “El irlandés” (2011), ópera prima de su hermano John Michael McDonagh que comparte con aquel su sombrío humor y al siempre excelente Brendan Gleeson.

“(500) días juntos” (Marc Webb, 2009). Ante el presunto agotamiento de la comedia romántica, hay respuestas tan contundentes en la forma como honestas en su fondo sentimental. “(500) días juntos” jugaba a la romcom indie deconstructiva, fragmentada y encantadora con una Zooey Deschanel y un Joseph-Gordon Levitt pletóricos de química. Jovial y dolorosa a partes iguales, son memorables su pasaje musical con Gordon-Levitt celebrando al ritmo de You make my dreams de Hall & Oates su orgásmica felicidad, o ese otro en el que una pantalla partida pone en paralelo las expectativas del enamorado y la desconsoladora realidad de un encuentro. No es esta la única película que ha reformulado el subgénero en otros términos: ahí está, por ejemplo, la tierna grosería de la coreana “My sassy girl” (Jae-young Kwak, 2001) o esa subestimada, hermosa fábula gondryana que era “La ciencia del sueño” (Michel Gondry, 2006).

“In the loop” (Armando Iannucci, 2009). Productor, guionista y director de comedia en la televisión británica, Armando Inannucci dio el salto al cine con esta sátira política heredera de “Teléfono rojo, ¿volamos hacia Moscú?” (Stanley Kubrick, 1964) que ponía su foco sobre la invasión anglo-americana de Iraq. Se trataba, en realidad, de un spin-off de la serie de la BBC “The thick of it” (2005-), creada por el propio Iannucci en torno al día a día del Gobierno británico. Como traslación a la gran pantalla con varios de sus actores —con Malcolm Tucker a la cabeza—, “In the loop” respetaba el aspecto documental y se demostraba sobrada de una mordacidad y un vértigo en el diálogo capaces de empequeñecer al mismo Aaron SorkinOtras sátiras políticas: “La cortina de humo” (Barry Levinson, 1997), “Primary colors” (Mike Nichols, 1998) y “La guerra de Charlie Wilson” (Nichols, 2007).
 
“Zombies party” (Edgar Wright, 2004). Edgar Wright es sinónimo de comedia bastarda, que interseca con géneros aledaños y lejanos con asombrosa naturalidad y se persona en el tándem formado por Simon Pegg y Nick Frost. La primera colaboración cinematográfica de esta triada llegó en 2004 con “Zombies party” —si bien su asociación llevaba años forjándose en televisión con series como “Spaced” (1999-2001)—, comedia de terror que reventaba códigos genéricos —como haría un lustro después “Bienvenidos a Zombieland” (Ruben Fleischer, 2009) con el subgénero de los muertos vivientes— y lanzaba chistes a costa de la zombificación de la sociedad contemporánea. Los tres repitieron la misma operación con “Arma fatal” (2007), que ponía patas arriba la buddy comedy policiaca con insultante talento e inspiración. Ya sin Pegg y Frost, Wright firmó en 2010 “Scott Pilgrim contra el mundo”, adaptación de los cómics de Bryan Lee O’Malley que dio la oportunidad al británico de desplegar toda una apoteosis visual de filias pop y sensibilidad multi-formato.

“Election” (Alexander Payne, 1999). Magnífica sátira ambientada en un instituto sobre los peligros de la ambición, encarnados en una vehemente Reese Witherspoon que llevaba por la calle de la amargura a un blando Matthew Broderick. “Election” supuso la verdadera irrupción de Alexander Payne en el género —si bien ya había debutado tres años antes con “Citizen Ruth” (1996)—, una película llena de cáustica e inteligencia que ya adelantaba algo de la habilidad del director para conjugar la comedia dramática, de la que en los últimos años ha sido uno de sus mejores practicantes con títulos como“A propósito de Schmidt” (2002), “Entre copas (Sideways)” (2004) y “Los descendientes”(2011). Otras comedias ambientadas en el instituto: ”Clueless (Fuera de onda)” (Amy Heckerling, 1995) y “Nunca me han besado” (Raja Gosnell, 1999).

“El gran Lebowski” (Joel Coen, 1998). Estandartes de la posmodernidad, los Coen debutaron a mediados de los 80 y, desde entonces, han labrado una marca propia en la cual la comedia es clave en su estilo inimitable. Sus personajes hiperbólicos y herederos del cartoon o su humor cargado de amargura y nihilismo son algunos de los rasgos que participan de un cine en constante reinvención y reciclaje de influencias y géneros asumidos con indiscutible sabiduría. En el caso de “El gran Lebowski”, hablamos de trasplantar el noir de Raymond Chandler a personajes trasnochados y residuales de otra época —su mismo protagonista, el Nota (Jeff Bridges), como resto de la revolución hippie— que participan de una tremenda farsa angelina en los días de la Primera Guerra del Golfo. Quizá sea la comedia que goza de más popularidad entre el cine los hermanos, pero merecen estar a la misma altura otras como ”Arizona baby” (1987), ”El gran salto” (1994), “O Brother!” (2000) y “Un tipo serio” (2009); y, en un segundo escalón, las interesantes pero menores “Crueldad intolerable” (2003), “Ladykillers” (2004) y “Quemar después de leer” (2008).

“Gato negro, gato blanco” (Emir Kusturica, 1998). Si de algo puede presumir Emir Kusturica es de haber labrado, a través de sus películas, una suerte de realismo mágico para el que es difícil encontrar un parangón en el cine reciente —al tiempo que le postula como uno de los pocos directores en llevar a buen puerto la influenciafelliniana—. Si bien no podemos obviar la monumental “Underground” (1995), soberbia fábula sobre la identidad balcánica y la memoria histórica de una nación rota, quizá sea “Gato negro, gato blanco” el máximo exponente de una comedia capaz de deformar el costumbrismo hasta los mismos límites del fantástico, con una habilidad extraordinaria para generar escenas imborrables y un vigoroso pulso que nunca abandona la narración. Otras películas de Emir Kusturica: ”El tiempo de los gitanos” (1998) y “La vida es un milagro” (2004).

“Un hombre sin pasado” (Aki Kaurismäki, 2002). El finlandés Aki Kaurismäki ha consagrado su filmografía a forjar una comedia que nace de despojar a sus personajes de toda afectación dramática, desnudarlos para dejarlos en el recitado atonal que en un principio puede desconcertar al espectador, pero que acaba resultando no solo una herramienta de definición autoral, sino también un insospechado medio para consolidar sus mensajes proletarios y solidarios. Uno de sus mejores trabajos es sin duda “Un hombre sin pasado”, obra maestra taciturna en la que un hombre infeliz con su vida (Markku Peltola) sufría un ataque que le dejaba amnésico, formando una nueva vida llena de privaciones pero definitivamente plena. Otras películas de Aki Kaurismäki: ”Contraté un asesino a sueldo” (1990), “La vida de bohemia” (1992), “Nubes pasajeras” (1996) y  “El Havre” (Kaurismäki, 2011). 

“Ed Wood” (Tim Burton, 1994). La comedia siempre fue una parte importante en el cine de Tim Burton, ya sea como complemento o como género en sí. “Ed Wood”, su cariñoso homenaje al conocido como peor director de la historia del cine, pertenecía a ese segundo grupo, un biopic hilarante pero también emotivo que desprendía un enorme amor por el cine —desde la ilusión inquebrantable que transmite Johnny Depp a la entrega de un magistral Martin Landau que interpreta a Béla Lugosi en sus últimos días. Seguramente, la mejor película de un director para el que ya quedan lejos sus mejores tiempos como creador. Otras comedias de Tim Burton: ”Bitelchus” (1988), “Mars attacks!” (1996) y “Charlie y la fábrica de chocolate” (2005).

“Four lions” (Chris Morris, 2010). Reciente talento de la televisión británica, Chris Morris debutó en el cine con esta ficción salvaje, pura comedia transgresora que derribaba los últimos bastiones de la corrección política al proponer a cuatro terroristas islámicos en una infructuosa cruzada yihadista. Su torpeza daba pie a algunas de las escenas más perversas de la comedia de los últimos tiempos, en las que el slapstickpuede llegar a traducirse una accidental inmolación que despierta la carcajada al tiempo que un amargo poso de culpa.

“Juno” (Jason Reitman, 2007). Hijo de otro cultivador del género como es Ivan Reitman, Jason Reitman había cosechado buenas críticas con su debut tras la cámara,“Gracias por fumar” (2006). Sin embargo, fue “Juno” la que le puso en el mapa de una forma más rotunda, una fábula teen y colorista de corte abiertamente indie que abordaba su espinoso tema central —el embarazo de una adolescente, aquí encarnada por una genial e irresistible Ellen Page— con total naturalidad y encomiable sinceridad de discurso. Una cinta encantadora y llena de diálogos brillantes, con decisiva influencia en posteriores títulos. Otras películas de Jason Reitman: “Up in the air”(2009) y “Young adult” (2011).

“Pequeña Miss Sunshine” (Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2005). Otra de las piezas claves del indie norteamericano más institucionalizado es esta comedia amable, complaciente y llamada a reconfortar al gran público a través de su retrato inocuo de una familia disfuncional. Debut de la dupla formada por Jonathan Dayton y Valerie Faris, “Pequeña Miss Sunshine” era una bonita loa al inadaptado, una road movie que forjaba con eficacia su propia iconicidad —la recordada furgoneta amarilla y blanca de los Hoover— y que, quizá con menos profundidad que “Juno”, también se hacía valer como modelo a seguir en esa parte del cine, a menudo celebrada y a menudo ratificada con su presencia en los premios de la Academia —ahí está el caso de la inferior “Los chicos están bien” (Lisa Cholodenko, 2010)—. Otras películas independientes con familias disfuncionales o desestructuradas: “C.R.A.Z.Y.” (Jean-Marc Vallée, 2005),“Win win (Ganamos todos)” (Tom McCarthy, 2011). Otras películas de Dayton y Faris:“Ruby Sparks” (2012).

“Napoleon Dynamite” (Jared Hess, 2004). La de Jared Hess quizá sea una de las sensibilidades más extremas, bizarras y difíciles de encajar entre la comedia. El Napoleon titular —inolvidable Jon Heder— era el estilizado exponente de la facción más freak y nerd del género, protagonista de una épica del inadaptado construida desde el desconcierto y la extrañeza de cada escena, un enrarecimiento del tono que pone a prueba la paciencia de no pocos y conecta de forma casi milagrosa con no tantos. La muy particular caligrafía de Hess se ha extendido hasta la fecha en dos títulos más: “Super Nacho” (2006) y “Gentlemen Broncos” (2009).

“Los padres de ella” (Jay Roach, 2001). El siempre temido momento de conocer a los padres de tu novia sirvió como punto de partida para esta comedia firmada por Jay Roach que le reportaría gran éxito y daría pie a su segunda saga, dado que el director ya se había abierto paso en el género como realizador de las dos primeras entregas de“Austin Powers”. En el caso que nos ocupa, la dupla Ben Stiller-Robert De Nirofuncionó a las mil maravillas y sería explotada en dos continuaciones menos afortunadas, la segunda de ellas dirigida por Paul Weitz. De hecho, en sus últimas incursiones Roach se ha desmarcado tanto de la saga de Austin Powers como de la de los Follen, optando por dirigir “La cena” (2010), remake muy a reivindicar de “La cena de los idiotas” (Francis Veber, 1998) y la sátira política “En campaña todo vale” (2012).

“Escuela de rock” (Richard Linklater, 2003). Richard Linklater se ha establecido como autor siempre al margen, un visitador de géneros difícil de ubicar. Si dejamos a un lado su celebrado díptico romántico formado por las excelentes “Antes del amanecer” (1995) y “Antes del atardecer” (2004), “Escuela de rock” es seguramente su cinta más celebrada, un homenaje al rock capitaneado por Jack Black, pero también una oda a una madurez alternativa a la estipulada socialmente. Una pequeña gran comedia que puede complementarse con otros ejercicios del director en este género, caso de ”Movida del 76″ (1993) o “Una pandilla de pelotas” (2005).

“La boda de mi mejor amiga” (Paul Feig, 2011). El debut tras la cámara de Paul Feig vino a corroborar que la Nueva Comedia Americana articulada en torno a la figura de Judd Apatow no entendía de sexos. Este grupo salvaje conformado por Kristen Wiig,Rose ByrneEllie KemperMaya RudolphMelissa McCarthy y Wendi McLendon-Covey se llevaba por delante todos los remilgos y humor blando del género nupcial, cuyo ejemplo podríamos encontrar en la correcta pero más olvidable ”La boda de mi mejor amigo” (P.J. Hogan, 1997). “La boda de mi mejor amiga” —incomprensible traducción del original “Bridesmaids”, que literalmente es “Damas de honor”—, en cambio, exhibía ingentes cantidades de talento salido de la cantera del “Saturday Night Live” —con una inconmensurable Wiig a la cabeza— dosificadas en una película con todas las virtudes de la NCA y también alguna de sus dolencias —una vez más, la narración alargada en exceso—. Otras comedias nupciales: “De boda en boda” (David Dobkin, 2005).

“Shaolin soccer” (Stephen Chow, 2001). El de Stephen Chow es uno de los escasos modelos de comedia que ha conseguido abrirse hueco, si bien mínimo, más allá de las fronteras orientales. La apuesta de Chow es ni más ni menos que la de explotar las posibilidades cómicas del gag físico, particularmente a través de temas concretos que se prestan a ello. Pero no se trata de una conjugación cualquiera del slapstick, sino una que se sabe heredera del cartoon y articula imágenes imposibles más propias delanime que de una ficción cinematográfica al uso. La prueba la podemos encontrar en filmes como “El rey de la cocina” (1996), “Kung fu sion” (2004) y, sobre todo, “Shaolin soccer”, filme con inagotable capacidad para la carcajada que se acercaba al mundo del fútbol sin ningún ánimo de realismo. Más bien al contrario, su filosofía era la de fusionar este deporte con el kung fu para conseguir una comedia física ciertamente única y enloquecida, lo más próximo que el cine ha estado de acometer una adaptación no confesa de la serie “Campeones: Oliver y Benji” (1983-1986). La combinación de artes marciales y comedia, empero, no es ni mucho menos exclusiva de Chow y tiene una larga tradición en la que también sería obligado hablar del caso Jackie Chan, uno de los más comprometidos con la fórmula.

“Alta fidelidad” (Stephen Frears, 2000). Si hablamos de comedia británica, obligatoriamente pasaremos por el nombre de Stephen Frears, director capaz de abordar el género sin dejar de lado cierta conciencia social, algo que puede verse en títulos como ”Mi hermosa lavandería” (1985), ”La camioneta (The Van)” (1996) o en una de sus incursiones estadounidenses, ”Héroe por accidente” (1992). Aquí, sin embargo, preferimos destacar su melómana “Alta fidelidad”, fabulosa adaptación de la novela deNick Hornby y tratado sobre las relaciones sentimentales protagonizado por John Cusack. Una gema agridulce y sentida, un recorrido emocional a base de grandes hitsde la música popular que aún hoy destaca entre lo mejor del cine de su realizador. Para los que prefieran el humor british que mantiene un plano social, no dejamos de recomendar dos pequeñas delicias de Mike Leigh como son “Happy: Un cuento sobre la felicidad” (2008) y “Another year” (2010), otras dos de Ken Loach“Buscando a Eric”(2009) y “La parte de los ángeles” (2012), la amarga “Full monty” (Peter Cattaneo, 1997) o la muy exitosa “Billy Elliot. Quiero bailar” (Stephen Daldry, 2000).

“This is Spinal Tap” (Rob Reiner, 1984). Si bien es difícil determinar el verdadero principio del mockumentary, parece más claro que es “This is Spinal Tap” la piedra angular de un género que no ha dejado de ganar popularidad con el tiempo. Este falso documental de Rob Reiner sobre una falsa banda de heavy metal contenía momentos memorables que derribaban la mitología en torno al hard rock, a saber el amplificador que puede llegar hasta el 11 o la escenografía con una réplica enana de Stonehenge. Con el paso de los años, el mockumentary ha continuado dando sus frutos en el cine, a saber la notable “Zelig” (Woody Allen, 1983), la entrañable “Anvil: El sueño de una banda de rock” (Sacha Gervasi, 2008) o la cafre “I’m still here” (Casey Affleck, 2010); pero también en televisión, donde el formato ha triunfado con series como “The office” (2001-2003) y sus distintas réplicas internacionales o “Curb your enthusiasm” (2000-). Por su parte, Reiner todavía daría dos hitos más de la comedia durante los 80, como fueron ”La princesa prometida” (1987) y “Cuando Harry encontró a Sally” (1989), película esta última cuya guionista, Nora Ephron, sería artífice de una variante de comedia romántica también a tener en cuenta, cultivada en “Tienes un e-mail” (1998) o“Julie y Julia” (2009).

“Snatch. Cerdos y diamantes” (Guy Ritchie, 2000). Diálogos vertiginosos y afilados, humor negro, múltiples y extravagantes personajes involucrados en un enredo monumental, una heterogénea y memorable selección de temas para la banda sonora y líneas narrativas que se entrecruzan y diluyen entre matones de poca monta, ambientes poco saludables y espíritu de cool noir. Estos son los trazos básicos de los dos primeros largometrajes de Guy Ritchie, ”Lock & stock” (1998) y “Snatch. Cerdos y diamantes”, dos trabajos que se ganaron de forma casi inmediata la condición de películas de culto y que definieron el estilo de un director que intentó repetir fórmula —con menos fortuna— en “RocknRolla” (2008).

“Cómo ser John Malkovich” (Spike Jonze, 1999). A finales de los 90 y principios de la década pasada, el guionista Charlie Kaufman se convirtió en pieza fundamental de una tendencia que, a través de directores como Michel Gondry y Spike Jonze, jugaba a explorar de forma visceral la metanarrativa y los maleables límites del relato. El primer fruto de esa visión particular fue “Cómo ser John Malkovich”, osada ópera prima de Jonze en la que unos afeados John Cusack y Cameron Diaz experimentaban las consecuencias de meterse en la mente del actor John Malkovich. Pese a que presentaba elementos de comedia, no dejaba de ser un drama con cierta crudeza emocional, un tono que se repetiría en la segunda colaboración del guionista y el director, “Adaptation (El ladrón de orquídeas)” (2002), una pirueta meta en la que los protagonistas eran el propio Charlie Kaufman (Nicolas Cage) y su ficticio hermano gemelo Donald Kaufman (Nicolas Cage), el primero de ellos inmerso en el proceso de adaptar el libro que da nombre a la película. Otras comedias escritas por Charlie Kaufman: “Human nature” (Gondry, 2001) y “Confesiones de una mente peligrosa”(George Clooney, 2002).

“Mejor solo que mal acompañado” (John Hughes, 1987). La comedia de los 80 ni alguna de sus posteriores evoluciones no se entiende sin ellos dos. El guionista, productor y director John Hughes firmó cintas tan señeras como “Dieciséis velas” (1984), “El club de los cinco” (1985) o “Todo en un día” (1986), representativas de una sensibilidad teen que se forjaba a través de una autoría generacional, con cierto tinte nostálgico —que recibiría merecido homenaje en la recomendable “Rumores y mentiras” (Will Gluck, 2010)—. El cómico Steve Martin, por su parte, había aparecido en títulos como “Dinero caído del cielo” (Herbert Ross, 1981), “Cliente muerto no paga” (Carl Reiner, 1982), “Un genio con dos cerebros” (Reiner, 1983), “Un tipo solitario” (Arthur Hiller, 1984), “Dos veces yo” (Reiner, 1984), “Tres amigos” (John Landis, 1986) o “La tienda de los horrores” (Frank Oz, 1986) —y, más tarde, seguiría cosechando éxito con “Un par de seductores” (Oz, 1988), “El padre de la novia” (Charles Shyer, 1991) y otras—. Ambos se encontraron en “Mejor solo que mal acompañado”, en la que Martin interpretaba a un ejecutivo de publicidad que tiene que llegar a Chicago a tiempo para pasar Acción de Gracias con su familia. En su camino se cruza Del Griffith (John Candy), un vendedor de cortinas y una insoportable compañía con la que se verá forzado a realizar el trayecto. Una road movie en la que no es difícil ver la inspiración para otra película ya mencionada, “Salidos de cuentas”.

“Amanece que no es poco” (José Luis Cuerda, 1989). Buena parte de la comedia española venía caracterizándose por el costumbrismo berlangiano y su herencia, también con la labor incansable del guionista Rafael Azcona. Lo que parecía imposible de predecir es que una cinta tan marciana como “Amanece que no es poco”, escrita por el propio Azcona, tornara ese costumbrismo en una deliberada comedia del absurdo que encuentra pocas comparaciones. Esta insólita película de José Luis Cuerda presentaba un pequeño pueblo en el que nada tenía sentido, al menos no el sentido que le otorgamos a nuestra realidad: lecciones de anatomía cantadas en gospel, repartos oficiales de estereotipos, ahorcamientos eternos, personas que crecen del suelo y Enrique San Francisco en pijama suplicando que le cambien el papel. Un gozoso sinsentido que todavía hoy sigue resultando igual de sorprendente e hilarante, y del que el gran Luis Ciges podría funcionar como eslabón con Javier Fesser y su “El milagro de P. Tinto” (1998), otra comedia inusual de nuestro cine con querencia por deformar el trazo. 

“Tres reyes” (David O. Russell, 1999). Fue con esta su tercera incursión en el largometraje que el nombre de David O. Russell irrumpió con fuerza en el cine. Ambientada en la Guerra del Golfo, los tres reyes del título eran George ClooneyMark Wahlberg y Ice Cube, que se iban a la búsqueda de una reserva de oro escondido por Sadam Husein. Una aventura con dosis generosas de acción, pero también de crítica política y humor. Su director, uno de los llamados Sundance Kids, ya había probado las mieles de la comedia en “Flirteando con el desastre” (1996) y las volvería a probar en su incomprendida, inclasificable “Extrañas coincidencias” (2004).

“Trabajo basura” (Mike Judge, 1999). Judge, creador de Beavis y Butt-Head, ya había debutado en el cine con un largometraje dedicado a sus subversivas criaturas animadas, “Beavis y Butt-Head recorren América” (1996), pero fue “Trabajo basura” su primera película de acción real, inclemente ataque contra la precariedad laboral en el que un trabajador, harto de su situación, hacía todo lo posible para que le despidieran para encontrarse con que su actitud tenía el efecto contrario: un rápido ascenso en la empresa. Otra comedia ambientada en el mundo laboral, menos visceral en su hilaridad pero tanto o más interesante, es “El jefe de todo esto” (Lars von Trier, 2006), hasta la fecha única incursión del danés Von Trier en el género. Otra comedia sobre el trabajo y sus miserias: “Cómo acabar con tu jefe” (Seth Gordon, 2011).

“Pagafantas” (Borja Cobeaga, 2009). La romcom con el eterno perdedor como protagonista, en cruzada emocional por sobreponerse a una continua humillación emocional. Gorka Otxoa encarnó el concepto “pagafantas” en esta notable ópera prima de Borja Cobeaga, uno de los talentos más prometedores del género en nuestro país, cuyo cine se debe al de realizadores como Blake EdwardsBilly Wilder o Richard Quine, pero también se interseca con la comedia chanante que ha impregnado colateralmente títulos como “Lobos de Arga” (Juan Martínez Moreno, 2011), “Promoción fantasma”(Javier Ruiz Caldera, 2012) y, especialmente, “Extraterrestre” (Nacho Vigalondo, 2011). También, la segunda película de Cobeaga, la apreciable “No controles” (2010).

“American pie” (Paul y Chris Weitz, 1999). La comedia teen llena de adolescentes que intentan perder la virginidad a toda costa ya tuvo su recorrido en los 80 con títulos como “Porky’s” (Bob Clark, 1982) y sucesivas. No obstante, con “American pie” la tendencia alcanzó su éxito más rotundo, grabando a fuego en el espectador escenas como la del incidente de su protagonista Jason Biggs con una tarta o las inoportunas charlas del padre interpretado por un memorable Eugene Levy. Su triunfo se tradujo en tres secuelas y cuatro películas directamente estrenadas en vídeo, por no hablar de su enorme influencia en otros títulos ajenos a la franquicia.

“Tootsie” (Sydney Pollack, 1982). En esa variante de comedia en la que su protagonista decide travestirse para conseguir sus objetivos, dos cineastas tan respetados como Sydney Pollack y Blake Edwards hicieron sendas aportaciones el mismo año, “Tootsie” y “¿Víctor o Victoria?” (1982). En la primera, Dustin Hoffman se hacía pasar por mujer para conseguir un papel, pero su nueva identidad le daba más de un quebradero de cabeza. En la segunda, Julie Andrews era una actriz que se disfrazaba de hombre para acabar trabajando en un cabaret, cuyo dueño se enamoraría de él/ella. Ambas, hijas lejanas de la imprescindible “Con faldas y a lo loco” (Billy Wilder, 1959) explotaban el humor de una temática genérica que no ha dejado de ofrecer nuevas muestras, desde la familiar “Señora Doubtfire, papá de por vida” (Chris Columbus, 1993) a la mediocre “Esta abuela es un peligro” (Gosnell, 2000) y sus secuelas.

“Cuatro bodas y un funeral” (Mike Newell, 1994). Si tuviéramos que definir la comedia romántica británica de los últimos años, diríamos que ésta tiene la cara de Hugh Grant y el corazón de Richard Curtis. El primero es el actor común denominador de sus títulos más señeros, y el segundo es la pluma responsable de escribirlos. Esta comedia nupcial los reunió para conseguir uno de los mayores éxitos del cine británico, una cinta que acumuló galardones y se ganó el favor mayoritario de crítica y público con ese romance forjado entre nupcias y convites. Curtis y Grant volverían a cruzar sus caminos en las también exitosas “Notting Hill” (Roger Michell, 1999), “El diario de Bridget Jones”(Sharon Maguire, 2001) y su secuela “Bridget Jones: Sobreviviré” (Beeban Kidron, 2004) y “Love actually” (Curtis, 2003). Otros títulos de Hugh Grant: “Un niño grande”(Paul y Chris Weitz, 2002) y “American dreamz: Salto a la fama” (Paul Weitz, 2006).

“Un funeral de muerte” (Frank Oz, 2007). La polifacética figura de Frank Oz bien merecería un homenaje: titiritero de algunos de los más emblemáticos personajes de “The Muppet show” (1976-1981) y “Barrio Sésamo” (1969-), alma detrás del maestro Yoda en la saga “Star wars” y director de “Los Teleñecos conquistan Manhattan” (1984), “La tienda de los horrores” (1986), “Un par de seductores” (1988), “¿Qué pasa con Bob?” (1991), “Esposa por sorpresa” (1992), “In & Out” (1997) y “Bowfinger, el pícaro” (1999). De entre su trayectoria tras la cámara, sin embargo, rescatamos “Un funeral de muerte” pequeña y lograda comedia negra sobre un velatorio catastrófico en el que caben un enano chantajista, un secuestro improvisado y un episodio de locura psicodélica. Propició su temprano remake norteamericano “Un funeral de muerte (Death at the funeral)” (Neil LaBute, 2010), y su hermana espiritual y australiana “Una boda de muerte” (2011), dirigida por Stephan Elliott, firmante de otra comedia de culto como es “Las aventuras de Priscilla, reina del desierto” (1994).

“Clerks” (Kevin Smith, 1994). Con un presupuesto mínimo, Kevin Smith rodó una ópera prima repleta de diálogos ingeniosos y afinidades pop que se abrió paso entre circuitos independientes para acabar convirtiéndose en cinta de culto. El mejor Smith se prolongó en la década de los 90 con “Mallrats” (1995), “Persiguiendo a Amy” (1997) y“Dogma” (1999), antes de dar paso a su peor versión en la pasada con títulos tan olvidables como “Una chica de Jersey” (2004) o “Vaya par de polis” (2010). Otras comedias de Kevin Smith: “Jay y Bob el Silencioso contraatacan” (2001), “Clerks II”(Smith, 2006) y “¿Hacemos una porno?” (Smith, 2008).

“El Diablo viste de Prada” (David Frankel, 2006). Esta película de David Frankel representa un corte de comedia que apela fundamentalmente a un público femenino, que se divierte entre los bastidores de los emporios editoriales que dictan la moda y el diálogo entre la aprendiz vulnerable que encarna Anne Hathaway y la tiránica directora de la revista Runway —trasunto nada disimulado de Vogue— que es Meryl Streep. Con su disección de las relaciones de poder en el alto mundo empresarial —en ese sentido, se complementa bien con la menor “Nueva York para principiantes” (Robert Weide, 2008)—, “El Diablo viste de Prada” recaudó más de 324 millones en todo el mundo y le reportó a Streep nominaciones y premios varios. Frankel, que había dirigido varios capítulos de la serie “Sexo en Nueva York” (1998-2004), no intervendría en su adaptación a la gran pantalla, “Sexo en Nueva York: La película” (Michael Patrick King, 2008), ni en su secuela “Sexo en Nueva York 2″ (King, 2010). Sin embargo, sí que seguiría cultivando el género, con su —también triunfante— comedia dramática “Una pareja de tres” (2008) y las recientes “El gran año” (2011) y “Si de verdad quieres…”(2012).

“Héroes fuera de órbita” (Dean Parisot, 1999). La mayor parte de la carrera de Dean Parisot ha transcurrido entre tumbos televisivos. Sin embargo, en su segundo largometraje demostró su oficio con esta parodia de la space opera que podría funcionar como mueca de la saga “Star Trek”, pero cuyos chistes apuntaban a la ciencia-ficción en general. Con el tiempo, “Héroes fuera de órbita” se ha consolidado como una de las comedias más estimables de finales de los 90, hilarante en una intersección de géneros de lo más fructífera para el chiste, algo no muy distinto a lo que con el cine de superhéroes había hecho “Mystery Men (Hombres misteriosos)” (Kinka Usher, 1999) y haría después con “Kick-Ass: Listo para machacar” (Matthew Vaughn, 2010).

“Beautiful girls” (Ted Demme, 1996). Comedia romántica, coral, melancólica y generacional, “Beautiful girls” narraba junto a la barra de un bar los devaneos sentimentales y las sensaciones perdidas de un grupo de amigos ya entrantes en la madurez. En un momento dado, incluso, la película del malogrado Ted Demme se convertía en un espontáneo contraplano de “El cazador” (Michael Cimino, 1978) con Neil Diamond como banda sonora. Con similar ADN, “Algo en común” (Zach Braff, 2004) se revelaba años más tarde como su probable sucesora, con el eslabón de Natalie Portman y otra historia de retorno al pasado en el centro.

“Dos tontos muy tontos” (Peter y Bobby Farrelly, 1994). Primera piedra de una carrera consagrada a la comedia, los hermanos Farrelly experimentaron en sus dos primeras películas con la buddy comedy de humor idiota, basada en la gestualidad física de Jim Carrey y Jeff Daniels, cuyo testigo luego tomarían Woody Harrelson y Randy Quaid —en perfecta trinidad con Bill Murray— en “Vaya par de idiotas” (1996). Y si de gestualidad física hablamos, entonces es preciso detenerse para dedicarle unas líneas a Jim Carrey, extraordinario cómico que ha protagonizado películas mejores y peores, pero en las que siempre ha demostrado espectaculares dotes para el género en su vertiente más anatómica, caso de ”La máscara” (Chuck Russell, 1994), ”Ace Ventura, un detective diferente” (Tom Shadyac, 1994), ”Ace Ventura, operación África” (Steve Oedekerk, 1995), ”Mentiroso compulsivo” (Shadyac, 1997), “Yo, yo mismo e Irene”, “Como Dios” (Shadyac, 2003), “Dick y Jane – Ladrones de risa” (Parisot, 2005) y “Di que sí” (Peyton Reed, 2008). Pero además, cuando el actor parecía encasillado en su histrionismo sin límites, acometió en ”El show de Truman (Una vida en directo)” (Peter Weir, 1998), “Man on the Moon” (Milos Forman, 1999) y “The Majestic” (Frank Darabont, 2001) tres papeles en los que desplegaría toda su calidad para el drama en distintas tonalidades.

“La cena de los idiotas” (Francis Veber, 1998). Uno de los estandartes de la comedia francesa, particularmente en su ramificación más teatral, “La cena de los idiotas” era una adaptación de la obra de teatro que el mismo Francis Veber había dirigido, una radiografía de la mezquindad humana que tuvo una gran acogida entre el público y que tendría un tardío remake estadounidense con Steve Carell redimensionando el papel original de Jacques Villeret. Otros grandes triunfos del cine galo en el género serían las populistas “Pequeña mentiras sin importancia” (Guillaume Canet, 2010), “Intocable”(Eric Toledano y Olivier Nakache, 2011) o “Bienvenidos al norte” (Dany Boon, 2008) —que además tendría su réplica italiana, “Bienvenidos al sur” (Luca Miniero, 2010)—, mientras que tampoco hay que olvidar sagas como la de Astérix y Obélix, la bessonianade “Taxi”, el fantástico de Jean-Pierre Jeunet en “Amelie” (2001) y “Micmacs” (2009) o el de Jean-Marie Poiré en “Los visitantes ¡no nacieron ayer!” (1993), comedias musicales como “8 mujeres” (François Ozon, 2002) u “On connaît la chanson” (Alain Resnais, 1997), o el humor anarco-sindicalista de la dupla Benoît Delépine y Gustave de Kervern en “Louise-Michel” (2008) y “Mammuth” (2010).

“La vida es bella” (Roberto Benigni, 1997). El cómico Roberto Benigni mezcló Holocausto y comedia humanista y esa combinación ganadora dio como resultado una película que asaltó las taquillas de medio mundo y cosechó un sinfín de galardones y reconocimientos, entre ellos tres premios Oscar® al Mejor Actor Protagonista, Mejor Película de Habla No Inglesa y Mejor Banda Sonora Original. Entrañable, melodramática y vitalista, “La vida es bella” rezuma un optimismo indestructible, que con artes más o menos discutibles conquistó a un gran público inevitablemente abocado al pañuelo en su escena final. Otras comedias de Roberto Benigni: “El monstruo” (1994) y “El tigre y la nieve” (2005).

“Mejor… imposible” (James L. Brooks, 1997). Guionista y productor de “Los Simpson” (1989-) —entre otras muchas series—, los mayores éxitos cinematográficos de la carrera de James L. Brooks se asocian al actor Jack Nicholson, empezando por su celebrada “La fuerza del cariño” (1983) y siguiendo por “Al filo de la noticia” (1987), pero, sobre todo, “Mejor… imposible”, comedia en la que el actor era un irritable, maniático e insoportable escritor incapaz de relacionarse con los demás, el improbable candidato para vivir una improbable historia de amor con una camarera incorporada porHelen Hunt y una amistad con un vecino gay que era Greg KinnearCrowd-pleaser con el sello amable —pero no tanto— de Brooks, el filme podría  representar una forma de comedia sin ánimo de subversión y con disfrute por la corrección en la que Nicholson es el gancho, una suerte de subgénero a la que podrían pertenecer “Ejecutivo agresivo”(Peter Segal, 2003), “Cuando menos te lo esperas” (Nancy Meyers, 2003), “Ahora o nunca” (Rob Reiner, 2007) o “¿Cómo sabes si…?” (Brooks, 2010).

“Solo en casa” (Chris Columbus, 1990). Es una de las reinas de la comedia familiar, fruto del cruce entre el director Chris Columbus —de oficio indiscutible a la hora de apelar a ese target— y el guionista y productor John Hughes. Macaulay Culkin se quedaba accidentalmente solo en su casa durante las navidades, unos ladrones intentaban entrar en la casa y él les hacía la vida imposible. Las gamberradas de la criatura infligían en Joe Pesci y Daniel Stern varios niveles de dolor físico entre golpes, quemaduras y crueldades varias, y la cinta se convirtió en un enorme éxito que llegó a recaudar 533 millones de dólares en todo el mundo, dando pie a una saga y a una ingente cantidad de subproductos que aspiraban a hacer su propia versión de la fórmula. Otros títulos dirigidos por Chris Columbus: “Solo en casa 2: perdido en Nueva York” (1992), “Señora Doubtfire, papá de por vida” y “Nueve meses” (1995).

“Superdetective en Hollywood” (Martin Brest, 1984). Eddie Murphy es otro de los grandes nombres del género y “Superdetective en Hollywood” su gran triunfo, una comedia de acción de la que cualquiera puede tararear su banda sonora y recordar a Alex Foley (Murphy) y sus poco ortodoxos métodos de policía investigador, un enfoque cuya influencia podemos rastrear en las siguientes décadas en las comedias buddy copde Michael Bay, “Dos policías rebeldes” (1995) y “Dos policías rebeldes II” (2003). La cinta dirigida por Martin Brest tendría dos secuelas firmadas respectivamente por Tony Scott y John Landis, y Murphy se consagraría como uno de los actores cómicos de más éxito en los 80 y los 90, con películas como ”Límite: 48 horas” (Walter Hill, 1982), “Entre pillos anda el juego” (Landis, 1983), “El chico de oro” (Michael Ritchie, 1986), “El príncipe de Zamunda” (Landis, 1988), “48 horas más” (Hill, 1990), “Boomerang (El príncipe de las mujeres)” (Reginald Hudlin, 1992), “The nutty professor: el profesor chiflado” (Shadyac, 1996), “Doctor Dolittle” (Betty Thomas, 1998) y “El profesor chiflado II: La familia Klump” (Peter Segal, 2000). En el modelo Murphy, además, podrían mirarse otros cómicos adeptos a la action comedy, caso de Martin Lawrence en cintas como “Nada que perder” (Steve Oedekerk, 1997), “De ladrón a policía” (Les Mayfield, 1999) o“Seguridad Nacional” (Dugan, 2003).

“¡Socorro! Ya es Navidad” (Jeremiah S. Chechik, 1989). Chevy Chase cuya vis cómica actualmente vive un glorioso reciclaje en la serie “Community” (2009-) fue otra de las estrellas cómicas de los 80, en los que protagonizó entre otras “El club de los chalados” (Ramis, 1980), “Las vacaciones de una chiflada familia americana” (Ramis, 1983), “Fletch, el camaleón” (Michael Ritchie, 1985), “Las vacaciones europeas de una chiflada familia americana” (Amy Heckerling, 1985), “Espías como nosotros” (Landis, 1985), “Tres amigos” y la que aquí destacamos, la navideña y familiar “¡Socorro! Ya es Navidad”. En ella, su protagonista Clark Griswold (Chase) quería sorprender a los suyos con una gran fiesta de Navidad, pero su plan acababa derivando en un absoluto desastre.

“Despedida de soltero” (Neal Israel, 1984). Antes de ser un actor de prestigio ganador de Oscars®, Tom Hanks creció como intérprete entre comedias ochenteras. “Despedida de soltero” es una de las más estimables, en la que interpretaba a un conductor de autobús escolar que intentaba casarse con su encantadora novia, un enlace que sus futuros suegros trataban de evitar a toda costa, empezando por sabotear la despedida de soltero organizada por sus amigos. Otras comedias protagonizadas por Tom Hanks: ”Un, dos, tres… splash” (Ron Howard, 1984), “Esta casa es una ruina” (Richard Benjamin, 1986), “Nada en común” (Garry Marshall, 1986), “Dos sabuesos despistados” (Tom Mankiewicz, 1987), “Big” (Penny Marshall, 1988), “Lo que cuenta es el final” (David Seltzer, 1988), “No matarás… al vecino” (Joe Dante, 1989), “Socios y sabuesos” (Roger Spottiswoode, 1989) y “Joe contra el volcán” (John Patrick Shanley, 1990).

Cajón de sastre: más risas todavía. Inevitablemente, confeccionar una lista agrupando títulos en torno a tendencias, actores y directores concretos deja considerables huecos e imperdonables omisiones que hacen difícil hacer completa justicia a un verdadero repaso al género. En cualquier caso, dedicamos este párrafo a repasar los cabos sueltos, un cajón desastre en el que empezamos por incluir a otro cómico icónico comoRichard Pryor y su “No me chilles, que no te veo” (Arthur Hiller, 1989), o a Robin Williams en películas como “Good morning, Vietnam” (Barry Levinson, 1987), “Jumanji” (Joe Johnston, 1995), “Una jaula de grillos” (Nichols, 1996) o “World’s greatest dad”(Bobcat Goldthwait, 2009). También, comedias románticas como “Mystic Pizza” (Donald Petrie, 1988), “Pretty woman” (Marshall, 1990) o “Shakespeare enamorado” (John Madden, 1998), y desvíos de la modalidad como las propuestas por Glenn Ficarra yJohn Requa en “Philip Morris, ¡te quiero!” (2009) y “Crazy, stupid, love” (2011).
 
También es de obligada mención “3 idiots” (Rajkumar Hirani, 2009), que a día de hoy permanece como la película Bollywood más taquillera de todos los tiempos, tanto en la India como en el extranjero. Igualmente, hemos dejado a un margen algunas de las incursiones de Arnold Schwarzenegger, a saber “Los gemelos golpean dos veces” (Ivan Reitman, 1988) y “Poli de guardería” (Reitman, 1990). En el capítulo de las comedias intergenéricas, también podríamos citar la sci-fi desmadrada de “Jacuzzi al pasado”(Steve Pink, 2010) y la indie de “Safety not guaranteed” (Colin Trevorrow, 2011), el noirindomable de “Kiss kiss bang bang” (Shane Black, 2005) y “Vacaciones en el infierno”(Adrian Grunberg, 2012), o la comedia musical de “Los productores (The producers)”(Susan Stroman, 2005), “Hairspray” (Adam Shankman, 2007) y “Mamma mia! La película” (Phyllida Lloyd, 2008). En cuanto a directores olvidados en el tintero, merecería un lugar especial John Waters y sus “Hairspray, fiebre de los 60″ (1988) —de la que es remake la cinta de Shankman—, “Cry-Baby (El lágrima)” (1990) y “Los asesinatos de mamá” (1994), mientras que de la filmografía de Barry Sonnenfeldapenas se pueden rescatar “Men in Black” (1997), “Men in Black 3″ (2012) y “Cómo conquistar Hollywood” (1995), y de la de Shawn Levy, las discretas “Noche en el museo” (2006) y “Noche loca” (2010). 

Asimismo, rescatamos cuatro muestras españolas tan relevantes —y tan diferentes— como fueron “Mujeres al borde de un ataque de nervios” (Pedro Almodóvar, 1988), “El día de la bestia” (Álex de la Iglesia, 1995) “Airbag” (Juanma Bajo Ulloa, 1996) y “Torrente, el brazo tonto de la ley” (Santiago Segura, 1998) y otras no tan decisivas pero a reivindicar como son “Muertos de risa” (De la Iglesia, 1999) y “El gran Vázquez” (Óscar Aibar, 2010). Tampoco queremos dejar de reservarle un hueco a las autoconscientes de“JCVD” (Mabrouk El Mechri, 2008) y “Más extraño que la ficción” (Marc Forster, 2006) o las controvertidas “Colega, ¿dónde está mi coche?” (Danny Leiner, 2000), “2 colgaos muy fumaos” (Leiner, 2004) y “Super Maderos” (Jay Chandrasekhar, 2001). Por último, cerramos este recorrido maratoniano —pero inevitablemente sucinto— con algunos añadidos a la Nueva Comedia Americana y aledaños: “Patinazo a la gloria” (Josh Gordon y Will Speck, 2007), “Casa de mi padre” (Matt Piedmont, 2011), “Superfumados”(David Gordon Green, 2008), “Te quiero, tío” (John Hamburg, 2009) e “Infiltrados en clase” (Phil Lord y Chris Miller, 2012) son, también, garantía de risa.

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